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El aprismo y la muerte de la socialdemocracia peruana

Los apristas solían decir que “el Apra nunca muere”, pero el aprismo ya murió en las manos de su caudillo de ego colosal; y lo que queda de ese gran partido es como un cuerpo sin vida que sigue caminando, un muerto viviente, un zombi. En respeto a la memoria de lo que fue un gran partido socialista democrático, habría que darle cristiana sepultura.

Publicado: 2022-09-05


En la década de 1920, el camino del socialismo en el Perú se bifurcó. Por un lado —bajo el liderazgo de José Carlos Mariátegui—, surgió el Partido Socialista del Perú, fundado en 1928, que pretendió desarrollarse sin someterse al comunismo internacional dominado por el PCUS y trató de construir un socialismo que no sea ni calco ni copia, sino creación heroica; aunque se mantuvo en la línea del socialismo revolucionario, heredero del marxismo y la utopía comunista.

Esa pretensión de autonomía fue abandonada, cuando a la temprana muerte de Mariátegui, en 1930, el nuevo líder del partido, Eudocio Ravines, no tardó nada en transformar el Partido Socialista de Mariátegui en el Partido Comunista Peruano, y convertirlo en una mera sucursal del comunismo internacional; puro calco y pura copia. Pero esa es otra historia.

La otra rama que surgió de la referida bifurcación —bajo el liderazgo de Víctor Raúl Haya de la Torre— fue el Partido Aprista Peruano (PAP), fundado en 1930, que se alejó de la línea marxista revolucionaria y adoptó una postura centroizquierdista, que se consolidó cuando se adscribió a la Internacional Socialista (fundada en 1951), heredera de la Internacional Obrera y Socialista (fundada en 1923), que fue la alternativa democrática del socialismo frente a la Internacional Comunista o Komintern (fundada en 1919).

El PAP se convirtió en el gran partido político peruano del siglo XX. Aunque Haya nunca llegó a la presidencia de la República, su papel y el del partido fueron decisivos; a veces para bien —como cuando lideró la Asamblea Constituyente de 1978, que nos legó la constitución peruana que más cerca estuvo de la idea de un contrato social— y a veces para mal —como cuando, aliado con su antiguo enemigo, el Odriísmo, boicoteó al primer gobierno de Fernando Belaúnde; o cuando un casi imberbe Alan García ejerció uno de los peores gobiernos de nuestra historia, de 1985 a 1990—.

Al igual que todos los partidos de la década de 1980, el PAP fue afectado por la crisis del sistema de partidos, que permitió el triunfo del outsider Alberto Fujimori. Tras la caída del fujimorato, el PAP volvió a ser protagonista, bajo el incuestionable y todopoderoso liderazgo de Alan García, que le permitió llegar nuevamente a la presidencia, pero también significó, en los hechos, el abandono de los postulados hayistas y socialdemócratas del aprismo del siglo XX, para abrazar posiciones claramente derechistas, neoliberales y conservadoras. Peor aún, el PAP se hizo totalmente dependiente de un caudillo que al quitarse la vida para evitar enfrentar a la justicia, parece que también terminó de quitarle la vida a ese histórico partido socialista democrático.

Los apristas solían decir que “el Apra nunca muere”, pero el aprismo ya murió en las manos de su caudillo de ego colosal; y lo que queda de ese gran partido es como un cuerpo sin vida que sigue caminando, un muerto viviente, un zombi. En respeto a la memoria de lo que fue un gran partido socialista democrático, habría que darle cristiana sepultura.

EL CARICATURISTA CARLÍN ES UNO DE LOS QUE MEJOR HA RETRATADO A ALAN GARCÍA

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NOTA: Este artículo fue publicado en el suplemento CONTRAPODER del diario Expreso, edición del 4 de setiembre de 2022, dedicado al Partido Aprista Peruano.


Escrito por

Carlo Magno Salcedo

Abogado. Constitucionalista. Profesor de Ciencia Política (San Marcos) y Derecho (San Martín). Político. Cocinero. Cumbiero intelectual.


Publicado en

Cuestiones de la Polis

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