Mandil rosado viril (*)
¿Es correcto o incorrecto que generales del ejército se hayan puesto los mandiles rosados? Campañas como “Hombres por la Igualdad” —en cuyo ocurrió lo de los mandiles rosados— siguen siendo necesarias frente a las agresiones, humillaciones y feminicidios que siguen sufriendo las mujeres; mientras hay quienes quieren suprimir el ministerio de la Mujer con el argumento de que los problemas de las mujeres son cuentos.
Hace tres años el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, entonces liderado por Gloria Montenegro, en el marco de la campaña “Hombres por la Igualdad” —que busca erradicar la violencia hacia la mujer y los niños, así como destruir los estereotipos machistas existentes en la sociedad peruana—, promovió el programa “Fuerza sin violencia” consistente en hacer que varones vistan mandiles de color rosado.
Como parte de dicho programa, un grupo de militares —entre los que se encontraba el jefe del Estado Mayor, general Manuel Gómez de la Torre— vistió mandiles rosados sobre sus uniformes. Esto motivó la airada reacción de sectores conservadores y machistas de la sociedad.
El entonces congresista Jorge del Castillo —tras aclarar que no cuestionaba la campaña en sí, sino su forma— expresó que ver las imágenes de los militares usando mandil le “chocó”, que la pareció un exceso, completamente fuera de lugar, una burla a la institución militar; peor aún por el hecho que los mandiles fueran rosados. Otros parlamentarios, como Mario Mantilla (Fuerza Popular), o Sonia Echevarría (Acción Republicana), se sumaron a las críticas, señalando que lo ocurrido implicaba someter a vergüenza o faltar el respeto a las Fuerzas Armadas.
Más violenta aún fue la reacción del “periodista” Phillip Butters, quien insinuó que el general Gómez de la Torre —por haber vestido el dichoso mandil rosado sobre su uniforme militar— era un gay, próximo a salir del clóset.
¿Qué motivó tan furibundas reacciones? Por un lado, asumir que el mandil o delantal es una prenda asociada a tareas domésticas como la cocina o el cuidado que se supone son propias del género femenino. Y asumir, además, que hay colores masculinos y colores femeninos, como los consabidos celeste para los varoncitos y rosado para las mujercitas. Y, por otro lado, asumir que las tareas militares son masculinas, propias de hombres, un ámbito en que las mujeres no deberían entrar.
Es decir, las airadas reacciones de algunos conservadores estuvieron motivadas por los tradicionales estereotipos de género que mantienen, según los cuales existen tareas propias y exclusivas de cada género —masculino o femenino—, que no deben ser realizadas por el género al que supuestamente no les corresponde. En tal sentido, —como concluye Vero Ferrari— “cuando un género se permite hacer las tareas asignadas al otro, rompe con una escala de valores impuestos y genera que aquellos que defienden esos valores (tradicionales), supongan que el mundo se les viene abajo, su mundo”.
Esos estereotipos de género o valores tradicionales son defendidos a capa y espada por quienes consideran que las mujeres deben tener un rol subordinado al varón y que —coincidentemente— no aceptan la diversidad sexual, por lo que se oponen a que nuestros hijos sean educados en la igualdad de derechos y deberes entre los géneros, y en el respeto a las personas que tienen orientaciones sexuales diferentes.
Son los mismos que se hacen de la vista gorda frente a las agresiones, humillaciones y feminicidios que siguen sufriendo miles de mujeres, y que ahora no quieren que haya más un ministerio de la mujer, bajo el supuesto de que los problemas que sufren las mujeres son un cuento; los mismos machistas, homofóbicos y misóginos que se resisten al inexorable avance de los derechos y libertades que las mujeres y las minorías sexuales han conquistado y siguen conquistando en las últimas décadas.

(*) Artículo publicado originalmente en el suplemento CONTRAPODER del diario Expreso, edición del domingo 10 de julio.