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foto: eleazar cuadros

Cumplir la promesa de la vida peruana

Para formar élites no importa de dónde se procede: importa a dónde se va o se quiere ir. No se forma una élite por acumulación de fortunas, camaradería de aula, identidad profesional, coincidencia de edad o costumbre de tertulia; se forma por analogía de sentimientos, actitudes, esperanzas, ensueños y sacrificios. Se ha hablado mucho de la rebelión de las masas: olvídase con frecuencia el fenómeno de la deserción de las élites.

Jorge Basadre (La Promesa de la Vida Peruana)

Publicado: 2020-07-29


El nacimiento del Perú como Estado republicano, categoría jurídico-política que se adoptó desde nuestra primera constitución política, la de 1823, no significó que nuestra patria se haya constituido en los hechos como una verdadera república. En términos sociales, económicos e, incluso culturales, nuestro país mantuvo por muchísimo tiempo los rasgos fundamentales de una sociedad colonial y pre moderna. Ahora mismo, subsisten algunos de esos rasgos, que se expresan en diversas formas de exclusión social, segregación y discriminación, y se relacionan con los altos niveles de desigualdad socioeconómica.

Por eso, la conformación del Perú como una república, es decir como una comunidad de ciudadanos libres e iguales, en la que todos puedan acceder a un mínimo de bienestar que les permita realizar sus proyectos de vida o su felicidad, más que una realidad fue una promesa.

En su imprescindible ensayo La Promesa de la Vida Peruana (1945), el gran amauta Jorge Basadre nos recuerda que la Independencia no se trataba simplemente de cortar la sujeción política a España, sino que fue hecha con una inmensa promesa (que se simbolizó en la idea de la República), de vida próspera, sana, fuerte y feliz; y que es precisamente para cumplir esa promesa que se fundó la República.

Como explica Basadre, el sentido de la Independencia y de la soberanía no surgió bruscamente. Durante la época de la Colonia (1532-1821) se formó una sociedad nueva por un proceso de rápida “transculturación”, en que ocurrió la penetración de los elementos occidentales, la absorción de los elementos de origen americano hecha por Occidente, el mestizaje, el criollismo y la definición de una conciencia autonomista. Entonces, cuando los americanos apostaron por la Independencia no lo hicieron solo en nombre de reivindicaciones humanas menudas (obtención de puestos públicos, ruptura del monopolio económico, etc.), sino que hubo en ellos una suerte de angustia metafísica que se resolvió en la esperanza de que viviendo libres cumplirían su destino colectivo.

EL AMAUTA JORGE BASADRE

Esa esperanza –continúa Basadre–, esa promesa, se concretó dentro de un ideal de superación individual y colectiva que debía ser obtenido por el desarrollo integral de cada país, la explotación de sus riquezas, la defensa y acrecentamiento de su población, la creación de un mínimun de bienestar para cada ciudadano y de oportunidades adecuadas para ellos.

Esa promesa debió cumplirse en las siguientes décadas luego de la declaración de Independencia; sin embargo, como Basadre anota en su ensayo de 1945, “lo tremendo es que aquí esa promesa no ha sido cumplida del todo en ciento veinte años.” Ni en casi doscientos años, habría que agregar. ¿Por qué la promesa que significó la fundación de la República aún no se ha cumplido del todo? El amauta ensaya una respuesta:

(…) la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad, con tanta fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos, ha sido a menudo estafada o pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los Podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio exclusivo de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nadie más existe. Los Incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata.

LOS PODRIDOS

¿Qué explica, entonces, que la promesa no se haya cumplido? El problema de las élites en el Perú histórico. Un país no es solo pueblo –dice Basadre–; si un país quiere desempeñar una función activa en el mundo necesita mando. Ahora bien, ni la juerga ni el látigo son el símbolo de las élites auténticas. Ni los que emigran (por el malestar íntimo que la patria les causa), ni los que se disipan en la frivolidad (ostentosos derrochadores de fortunas), ni siquiera los que solo saben manejar el látigo (soberbios que se creen facultados para cualquier exceso por haber heredado un nombre o una fortuna) cumplen la misión esencial de las auténticas élites: comandar.

Comandar [explica Basadre] no es sólo impartir órdenes. Es preparar, orientar, comprender las situaciones que han surgido y adelantarse a las que van a surgir, unir a la fuerza de la voluntad el sentido de la coordinación, vivir con la conciencia del propio destino común, sentir la fe en lo que puede y debe ser, en aquello por lo cual es urgente vivir, y por lo cual, cuando llegue el momento, es preciso morir. La élite no es, pues, una suma de títulos exclusivamente, porque los títulos pueden ser adquiridos en la brega cotidiana; ni de derechos, porque los derechos se conquistan o se imponen; ni de antepasados, porque ‘todos tenemos abuelos’. Tampoco es mera guardianía, usufructo fácil o cómodo deleite. Ni su arte consiste en encaramarse sobre el presente, ni en hacer escamoteo o prestidigitación con los problemas para ‘ir tirando’ como vulgarmente se dice. En relación con la masa, la élite necesita ahondar y fortificar su conciencia colectiva, crear su unidad consciente, interpretar y encarnar sus esperanzas, atender a sus urgencias, resolver sus necesidades, desarrollar sus posibilidades, alentar sus empresas, presidir sus avances, defenderla de los peligros que vengan desde afuera o desde adentro.

A diferencia de Chile, en el Perú republicano nunca llegó a conformarse una auténtica élite. Mientras que en Chile, después de 1830, surgió una oligarquía de grandes propietarios unida por intereses familiares (los pelucones), que se erigió sobre una masa pasiva y creó al equipo conductor que pudo, sin derramamiento de sangre, presidir las reformas liberales objetadas al principio y, más tarde, presidir la guerra que hizo a Chile una potencia en el Pacífico Sur; en el Perú, en cambio, por la misma época tuvimos momentos en que pareció haberse llegado a una extrema simplificación de la faena de comandar y dirigir, por haberse roto el equilibrio entre masa y élite.

Según refiere Basadre, ciertas “élites” tuvieron una visión administrativa de la vida nacional, que concebía al Perú como un Estado y nada más, en que lo importante era el aparato fiscal y administrativo, para tener con qué pagar, idear fórmulas de centralización o de descentralización, atender a los servicios públicos o balancear los presupuestos. Hubo otras “élites” que tuvieron una visión económica, que contemplaron al país, pero solo como fuente de producción, como depósito de materias primas, como reservorio de riqueza potencial. “Si los unos fueron magníficos funcionarios, los otros fueron magníficos hombres de negocios. Si para los primeros el Perú fue una oficina, para los segundos el Perú fue una hacienda.” Sin embargo, aunque la visión administrativa y la visión económica pudieron ser muy sinceras y entusiastas, “estuvieron compañadas al mismo tiempo por un íntimo desprecio al hombre peruano”.

portada de "historia de la corrupción en el perú" de alfonso quiroz

Por ello, frente a las visiones económica y administrativa de la vida nacional surgió la visión humana; pero cuando la visión humana prescinde de las otras dos, “se queda como aislada serenata, o como perjudicial gritería, o como morbosa desorientación.” Por su parte, las visiones administrativa y económica solas, carentes de la visión humana, “sin fe, cariño o preocupación por la masa resultan gélidas, incompletas y, a la corta o a la larga, impopulares”. Solo los que unieron las tres actitudes echaron las bases de una verdadera élite nacional.

Entonces “es necesario un Estado eficiente, como es necesario un país progresista; pero también conviene tener un pueblo ‘en forma’. Es más: no habrá verdadero Estado eficiente, ni habrá país cabalmente desarrollado si el pueblo es descuidado. Nada más trágico que la suerte de unas élites refinadísimas erigidas sobre una masa primitiva”.

Respecto del problema de las élites, Basadre hace una última precisión:

(…) élite no es lo mismo que oligarquía. Esta representa un hecho económico-social; aquélla un fenómeno espiritual. Ser de élite no se hereda: se conquista. No basta sentirse élite: hay que probarlo y hacer que los demás lo comprendan y actúen en consecuencia, a veces sin darse cuenta de ello. Para formar élites no importa de dónde se procede: importa a dónde se va o se quiere ir. No se forma una élite por acumulación de fortunas, camaradería de aula, identidad profesional, coincidencia de edad o costumbre de tertulia; se forma por analogía de sentimientos, actitudes, esperanzas, ensueños y sacrificios. Se ha hablado mucho de la rebelión de las masas: olvídase con frecuencia el fenómeno de la deserción de las élites.

El diagnóstico de Basadre, en 1945, sigue siendo válido hoy, que ya estamos ad portas del bicentenario. Entre nuestras “élites” siguen abundando podridos, congelados e incendiados. En su mayoría, siguen sin cumplir la misión esencial de las auténticas élites que es comandar; y no han logrado unir en un solo proyecto las tres actitudes o tres visiones de la vida nacional: la económica, la administrativa y la humana. Siguen siendo, intentos de élite, esbozos de verdaderas élites, élites a medias, élites latentes, élites falsas o antiélites.

El reto que los ciudadanos de bien tenemos por delante no es solo involucrarnos en política para intentar tomar las riendas de la patria. Debemos constituirnos en auténticas élites políticas y terminar de cumplir la promesa de la vida peruana: hacer de nuestra sociedad una verdadera república. Como dice Basadre:

Toda la clave del futuro está allí: que el Perú se escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos.



Escrito por

Carlo Magno Salcedo

Abogado. Constitucionalista. Profesor de Ciencia Política (San Marcos) y Derecho (San Martín). Político. Cocinero. Cumbiero intelectual.


Publicado en

Cuestiones de la Polis

Derecho, sociedad, cultura y política en el Perú y en otras polis del mundo.