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Sobrevivir a la pandemia

Cuando estalla una guerra, las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido". Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar.

Albert Camus (La peste)

Publicado: 2020-03-12

Hace nueve días, el Dr. Elmer Huerta precisaba sobre el COVID-19 (coronavirus) que: “De cada 100 enfermos, 80 a 85 lo pasan como resfrío; 10 a 15 necesitan consulta médica para aliviar síntomas y 5 se complican (ancianos debilitados), 2-3% fallece.”

El mensaje del Dr. Huerta, ciertamente, resultaba de algún modo tranquilizador. Para la gran mayoría de los que pudieran ser afectados sería como un simple resfrío y solo habría amenaza para personas ancianas o que ya estuvieran padeciendo otras enfermedades que hubieran debilitado su sistema inmunológico.

Bajo esa premisa, no faltaron las comparaciones con el dengue, enfermedad que en ciertas zonas de Perú es endémica y cuya tasa de mortalidad sería más alta que la del coronavirus. ¿Por qué darle tanta importancia al coronavirus, cuando no le hemos prestado casi ninguna atención al dengue, que lo tenemos por estos lares hace tiempo y que solo este año ha matado a 22 personas?

La gran diferencia es que, mientras el dengue está focalizado en determinadas zonas (y no por ello debe dejar de ser debidamente enfrentado por el sistema de salud), el coronavirus es una pandemia. Tanto que, en algún futuro no muy lejano, prácticamente todos los seres humanos habremos contraído el virus.

Pero si la tasa de mortalidad no es tan alta y para la mayoría de personas infectarse le significará prácticamente tener un resfrío, ¿por qué es necesario que los gobiernos del mundo le dediquen tanta atención y recursos? Porque si no se le enfrenta debidamente, el sistema de salud colapsará y originará muertes que se contarán por miles.

Volvamos al principio. La estadística señalada por el Dr. Huerta es básicamente fiable como media mundial, sin embargo, no considera los diferentes contextos de cada realidad nacional. Al respecto, recomiendo el muy detallado artículo de Tomas Pueyo: “Coronavirus: Why You Must Act Now. Politicians, Community Leaders and Business Leaders: What Should You Do and When?

Como señala Pueyo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el 3.4% como la tasa de mortalidad del coronavirus (porcentaje de personas que contraen el coronavirus y luego mueren). Pero ello depende de cada país y momento; pudiendo oscilar entre una tasa de 0.6%, en Corea del Sur, hasta 4.4%, en Irán; pasando por 2.6%, en Italia, y 3.6%, en China.

¿Qué es lo que determina esa marcada variación en la tasa de mortalidad? La forma en que cada país enfrenta la pandemia. Mientras los países preparados tendrán una tasa de mortalidad de entre 0.5% a 0.9%, los países abrumados tendrán una tasa de mortalidad entre 3% a 5%. Dicho de otra manera: los países que actúan rápido podrán reducir la cantidad de muertes a una décima parte de las que tendrían si no actuaron con la debida precaución. Además, la rápida actuación de los países no solo reduce la tasa de mortalidad; también reduce drásticamente el número de casos.

En ese sentido, es muy importante lo señalado por el ministro de Sanidad francés, Olivier Véran, quien manifestó que: “No podemos impedir que el virus circule. Pero podemos evitar que demasiadas personas se infecten a la vez.” Asimismo, utilizando la gráfica que se reproduce abajo, planteó la estrategia mundial contra el nuevo coronavirus: intentar aplanar la curva epidémica.


En el gráfico, la montaña de elevada pendiente representa un número muy alto de infectados en poco tiempo. La línea horizontal marca la capacidad de los hospitales. El pico de la epidemia rompía ese techo y auguraba el colapso del sistema sanitario, como ha ocurrido en algunos lugares de Italia. El objetivo es lograr estar en la montaña más bajita, pero con una base más extensa: “Estar siempre por debajo del umbral de saturación, de manera que la epidemia sea menos violenta e intensa”.

Cómo sería el escenario en caso que, por falta de contención de la velocidad de expansión del virus, ocurre un número muy alto de infectados de manera simultánea (escenario de la montaña de elevada pendiente).

Como anota Tomas Pueyo, alrededor del 20% de casos requiere hospitalización, el 5% de casos requiere la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y alrededor del 2.5% requiere ayuda muy intensiva, con elementos como ventiladores u oxigenación extracorpórea (ECMO). Entonces, si de repente hay 100,000 personas infectadas, alrededor de 20,000 requerirán hospitalización, 5,000 necesitarán la UCI y 1,000 necesitarán máquinas (las que no hay en número suficiente).

¿Cómo se ve un sistema de salud abrumado? Los pacientes inundan los hospitales; son atendidos en cualquier lugar: en los pasillos, en las salas de espera. Los trabajadores de la salud pasan horas en una sola pieza de equipo de protección, porque no hay suficientes. Como resultado, no pueden abandonar las áreas infectadas durante horas. Cuando lo hacen, se desmoronan, deshidratados y exhaustos. Los turnos ya no existen. Las personas se ven obligadas a retirarse para cubrir sus necesidades. Las personas que no tienen idea de enfermería reciben capacitación durante la noche para cumplir roles críticos. Todos están de guardia, siempre. Es decir, hasta que se enferman. Lo que sucede mucho, porque están en constante exposición al virus, sin suficiente equipo de protección. Cuando eso sucede, deben permanecer en cuarentena durante 14 días, durante los cuales no pueden ayudar. En el mejor de los casos, se pierden dos semanas. En el peor de los casos, están muertos. Lo peor está en las UCI, cuando los pacientes necesitan compartir ventiladores o ECMO. De hecho, estos son imposibles de compartir, por lo que los trabajadores de la salud deben determinar qué paciente lo usará; es decir, decidir cuál vive y cuál muere.

Como resume el propio Pueyo:

Los trabajadores sanitarios agotados se derrumbarán. Algunos morirán. Tendrán que decidir qué paciente recibe el oxígeno y cuál muere. La única forma de prevenir esto es el distanciamiento social hoy. Mañana no. Hoy. Eso significa mantener a tantas personas en casa como sea posible, comenzando ahora.

En ese sentido, las medidas que está adoptando el gobierno, desde el aparentemente exagerado anuncio de la llegada del coronavirus a nuestro país cuando se detectó el primer caso, hasta la declaración del país en emergencia sanitaria (suspensión de clases escolares, de institutos y universidades, prohibición de concentraciones de más de 300 personas, etc.), no solo no son exageradas, sino, probablemente, aún sean insuficientes. 


Escrito por

Carlo Magno Salcedo

Abogado constitucionalista. Profesor de Ciencia Política, Derecho y Gestión Pública. Político. Cocinero. Cumbiero intelectual.


Publicado en

Cuestiones de la Polis

Derecho, sociedad, cultura y política en el Perú y en otras polis del mundo.